En busca de su nieta Rosaura, perdida hace varios anos, Jeremias Andrade llega a un pueblo rezumante de ratas y neblina. La duena del putrefacto hotel y la enana que parece acompanarla siempre, ninos que juegan futbol con balones siniestros y observan la vida desde los techos ruinosos; el carretero cuya unica tarea pareciera consistir en recoger los cadaveres que se apilan noche tras noche y las «caritativas» monjas, son los personajes que convergen en esta pesadilla y esta vigilia; son seres determinados por la lejania, por el olvido, por la niebla y la suciedad. Su deambular por el pueblo lentamente revela una verdad fantasmal, una posibilidad de encuentro y aquel lugar donde todo se pierde, un abismo por siempre abierto.