En la memoria de Mario Conde todavia brilla el recuerdo de su visita a Cojimar de la mano de su abuelo. Aquella tarde de 1960, en el pequeno pueblo de pescadores, el nino tuvo la ocasion de ver a Hemingway en persona y, movido por una extrana fascinacion, se atrevio a saludarlo. Cuarenta anos mas tarde, abandonado su cargo de teniente investigador en la policia de La Habana y dedicado a vender libros de segunda mano, Mario Conde se ve empujado a regresar a Finca Vigia, la casa museo de Hemingway en las afueras de La Habana, para enfrentarse a un extrano caso: en el jardin de la propiedad han sido descubiertos los restos de un hombre que, segun la autopsia, murio hace cuarenta anos de dos tiros en el pecho. Junto al cadaver aparecera tambien una placa del FBI.